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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Cuento: LOS VIAJES DE GELA (V)

Ahora Gela veía el mundo desde otra perspectiva. Desde arriba. Estaba sólo a un piso de altura, pero para su pequeño tamaño implicaba un gran cambio. Miraba a su alrededor: primero a un lado y a otro, arriba y abajo y vuelta a empezar. Ni rastro de Oli. Así, que decidió que tenía que pensar como bajar de ahí.
En primer lugar, sopesó bajar tal y como había subido, pasando entre los huequecitos que había entre las rejas, pero desechó la idea al arrimarse al borde y sentir un ligero mareo. ¡Las tortugas no eran animales de grandes alturas! Entonces, se dio la vuelta y examinó lo que había tras ella. Vio una estancia, que ella supuso habitada por humanos, pero no parecía haber rastro de ninguno de ellos, de ahí que decidiera actuar deprisa, antes de que volvieran. Empezó a correr todo lo deprisa que sus patitas le permitían y... ¡CHAF! Se dio un golpe. Algo invisible le impedía pasar y dolía. “¿Qué está pasando aquí?”, se preguntaba temerosa la tortuguita. Se aproximó con cautela al misterioso ser y empezó a buscarlo, despacio, oliendo y palpando con su cabecita el lugar. Enseguida notó algo frío y liso. Era el cristal de la puerta del balcón, tan limpio que Gela no lo había, ni tan siquiera, intuido. Por ahí no podía pasar.
Buscó y buscó un resquicio donde no hubiera cristal, sin éxito. Así pues, tuvo que volver a su idea inicial: saltar.
Se asomó al balcón lentamente, examinándolo cuidadosamente. Desde luego, si saltaba, quizá ni su resistente caparazón pudiera protegerla. Tenía que pensar otra solución. Mientras meditaba y buscaba una alternativa, vio una bolita oscura que se movía en la calle. Era Oli, que había salido de su escondite y la buscaba.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Cuento: LOS VIAJES DE GELA (IV)

Gela y Oli salieron del oscuro agujerito a la luz del sol y, por un momento, se quedaron cegados de tanta claridad. Giraron hacia la derecha, calle abajo, con cuidado de no ser vistos por los viandantes, ocultándose, de vez en cuando, entre las ruedas de los coches aparcados. Oli era rápido e iba y venía alrededor de la pobre Gela, a la que le costaba muchísimo seguir su ritmo.
Llevaban una media hora de camino cuando algo negro y peludo se abalanzó sobre ellos. Oli salió corriendo y se escondió bajo un contenedor de basuras. Gela, que se asustó mucho, metió su cabecita y sus patitas dentro del caparazón y se quedó quietecita, sin moverse y con mucho miedo, intentando no temblar.
La bestia que les había embestido era un Felis silvestris catus , es decir, un gato común. Era de color negro, con unos brillantes ojos y largos bigotes. El animal era muy grande al lado del ratoncito y la tortuguita. Éste, al ver el caparazón de Gela, pensó que era un objeto inanimado y, rápidamente, perdió su interés por él. Sin embargo, el pobre Oli no corrió esa suerte. El felino intentó pasar bajo el contenedor, pero el hueco era de apenas un par de centímetros y sólo pudo pasar sus patas delanteras, con las cuales intentaba alcanzar al ratón.

sábado, 25 de agosto de 2012

Cuento: LOS VIAJES DE GELA (III)

No veía nada. Gela tardó un rato en acostumbrarse a la oscuridad y poder inspeccionar el lugar al que había caído desde el autobús. Era un agujero oscuro y húmedo. Parecía como si estuviera dentro de un tubo de plástico. A su lado notó algo moverse. Se giró pero aquel ser fue más rápido y se escondió en las sombras.
¿Hola? –susurró Gela con temor a lo que le pudiera responder.
Hola. ¿Qué eres? ¿Qué haces en mi tubería? –habló una vocecilla chillona.
Soy un Gela, una Mauremys leprosa. He caído aquí desde un autobús. ¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú?

domingo, 19 de agosto de 2012

Cuento: LOS VIAJES DE GELA (II)

Tras la ajetreada salida de Gela de la tienda de animales, miró hacia arriba y vio, por primera vez en su vida, el cielo azul y los rayos del sol calentaron tu verde carita amanchonada. Ahora era la dueña de su propia vida e iba a aprovecharla y disfrutarla. ¿Adónde iría? ¿Cuál sería su primera aventura?
Gela siempre había oído hablar a las tortugas más veteranas sobre sus orígenes, sobre los ríos o las lagunas desde los que algunas procedían. Esos grandes charcos de agua que ella era incapaz de imaginar. Así, que decidió que ésa iba a ser su primera visita. Pero, ¿hacia dónde? No sabía dónde iba a poder encontrar uno, ni cómo iba a poder llegar con sus cortas y lentas patitas.
Pensando estaba en cómo llevar a cabo su viaje cuando vio detenerse una caja, similar a las jaulas de algunos animales, roja, enorme, con cristales, la cual se movía mediante unas ruedecillas, similares a la que tenía Lona, su amiga, un hámster de la tienda, aunque más grandes y resistentes. Pensó en la tienda, en sus compañeras que quizá no volvería a ver jamás. Intentó no pensar en ello y sí en su nueva vida repleta de emocionantes aventuras.
De la jaula roja subieron y bajaron personas, por lo que Gela pensó que eso transportaba a la gente de un sitio a otro, por lo que hacia allí se dirigió. Había una señora de pelo gris, con un vestido azul con dibujos de pájaros. A Gela le recordó a los loros y tucanes que a veces había en la pajarería. Llevaba las manos llenas de bolsas y hacía cola para subir a la caja roja.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Cuento: LOS VIAJES DE GELA (I)

Gela era una joven Mauremys leprosa, aunque ella prefería ser llamada tortuga o galápago, un nombre menos feo y más común entre su especie.
Nació de un huevo en una tienda de animales y su futuro inmediato era salir de allí, pero dentro de una pecera de plástico para ser el regalo de cumpleaños de un pequeño niño pecoso, con pelo color zanahoria, que aguardaba impaciente de la mano de su madre.
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