Tras la ajetreada
salida de Gela de la tienda de animales, miró hacia arriba y vio,
por primera vez en su vida, el cielo azul y los rayos del sol
calentaron tu verde carita amanchonada. Ahora era la dueña de su
propia vida e iba a aprovecharla y disfrutarla. ¿Adónde iría?
¿Cuál sería su primera aventura?
Gela siempre había
oído hablar a las tortugas más veteranas sobre sus orígenes, sobre
los ríos o las lagunas desde los que algunas procedían. Esos
grandes charcos de agua que ella era incapaz de imaginar. Así, que
decidió que ésa iba a ser su primera visita. Pero, ¿hacia dónde?
No sabía dónde iba a poder encontrar uno, ni cómo iba a poder
llegar con sus cortas y lentas patitas.
Pensando estaba en
cómo llevar a cabo su viaje cuando vio detenerse una caja, similar a
las jaulas de algunos animales, roja, enorme, con cristales, la cual
se movía mediante unas ruedecillas, similares a la que tenía Lona,
su amiga, un hámster de la tienda, aunque más grandes y
resistentes. Pensó en la tienda, en sus compañeras que quizá no
volvería a ver jamás. Intentó no pensar en ello y sí en su nueva
vida repleta de emocionantes aventuras.
De la jaula roja
subieron y bajaron personas, por lo que Gela pensó que eso
transportaba a la gente de un sitio a otro, por lo que hacia allí se
dirigió. Había una señora de pelo gris, con un vestido azul con
dibujos de pájaros. A Gela le recordó a los loros y tucanes que a
veces había en la pajarería. Llevaba las manos llenas de bolsas y
hacía cola para subir a la caja roja.
– ¿Éste autobús
va hacia la Plaza de Aguadores? –preguntó la señora a un hombre
con bigote y vestido con algo amarillo y brillante. Iba sentado justo
delante, con un disco hueco entre las manos. Gela pensó que sería
el jefe de la manada.
– Sí señora.
Y la señora subió,
con Gela enganchada a una de sus bolsas, entregándole dinero a
cambio, como ya había visto hacer la tortuguita en la tienda.
Autobús, así se
llamaba la jaula en la que viajaba. E iba hacia un lugar llamado
Aguadores. Ahí debía haber agua, mucha agua, y quizá vivirían
más galápagos como ella.
Gela iba muy
emocionada dentro de la bolsa, agarrada con sus pequeñas uñitas. A
causa de tal emoción, rajó la bolsa con una de sus garras y cayó
al suelo duro y frío del autobús. Fue a parar a los pies de una
chica alta, rubia y delgada, que iba con unos cables en las orejas
mirando por la ventana. La joven, distraída, no advirtió la
presencia de Gela sobre su zapatilla.
El autobús paró y la joven se
puso en pie, dispuesta a bajarse del vehículo, con una pasajera
subida a su pie. La chica iba con paso decidido y fuerte, y Gela tuvo
que agarrarse fuertemente a los cordones para no caer. Ya
estaban bajando por la escalera del autobús cuando el cordón se fue
desatando suavemente, a causa del peso de la pequeña tortuga. Ésta
empezó a dar bandazos, agarrada de forma insegura al cordón y se
fue deslizando. Hasta que cayó, disparada hacia un agujero oscuro en
la calle.
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (I)
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (III)
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (IV)
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (V)
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (I)
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (III)
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (IV)
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (V)
No hay comentarios:
Publicar un comentario