domingo, 19 de agosto de 2012

Cuento: LOS VIAJES DE GELA (II)

Tras la ajetreada salida de Gela de la tienda de animales, miró hacia arriba y vio, por primera vez en su vida, el cielo azul y los rayos del sol calentaron tu verde carita amanchonada. Ahora era la dueña de su propia vida e iba a aprovecharla y disfrutarla. ¿Adónde iría? ¿Cuál sería su primera aventura?
Gela siempre había oído hablar a las tortugas más veteranas sobre sus orígenes, sobre los ríos o las lagunas desde los que algunas procedían. Esos grandes charcos de agua que ella era incapaz de imaginar. Así, que decidió que ésa iba a ser su primera visita. Pero, ¿hacia dónde? No sabía dónde iba a poder encontrar uno, ni cómo iba a poder llegar con sus cortas y lentas patitas.
Pensando estaba en cómo llevar a cabo su viaje cuando vio detenerse una caja, similar a las jaulas de algunos animales, roja, enorme, con cristales, la cual se movía mediante unas ruedecillas, similares a la que tenía Lona, su amiga, un hámster de la tienda, aunque más grandes y resistentes. Pensó en la tienda, en sus compañeras que quizá no volvería a ver jamás. Intentó no pensar en ello y sí en su nueva vida repleta de emocionantes aventuras.
De la jaula roja subieron y bajaron personas, por lo que Gela pensó que eso transportaba a la gente de un sitio a otro, por lo que hacia allí se dirigió. Había una señora de pelo gris, con un vestido azul con dibujos de pájaros. A Gela le recordó a los loros y tucanes que a veces había en la pajarería. Llevaba las manos llenas de bolsas y hacía cola para subir a la caja roja.
 ¿Éste autobús va hacia la Plaza de Aguadores? –preguntó la señora a un hombre con bigote y vestido con algo amarillo y brillante. Iba sentado justo delante, con un disco hueco entre las manos. Gela pensó que sería el jefe de la manada.
Sí señora.
Y la señora subió, con Gela enganchada a una de sus bolsas, entregándole dinero a cambio, como ya había visto hacer la tortuguita en la tienda.
Autobús, así se llamaba la jaula en la que viajaba. E iba hacia un lugar llamado Aguadores. Ahí debía haber agua, mucha agua, y quizá vivirían más galápagos como ella.
Gela iba muy emocionada dentro de la bolsa, agarrada con sus pequeñas uñitas. A causa de tal emoción, rajó la bolsa con una de sus garras y cayó al suelo duro y frío del autobús. Fue a parar a los pies de una chica alta, rubia y delgada, que iba con unos cables en las orejas mirando por la ventana. La joven, distraída, no advirtió la presencia de Gela sobre su zapatilla.
El autobús paró y la joven se puso en pie, dispuesta a bajarse del vehículo, con una pasajera subida a su pie. La chica iba con paso decidido y fuerte, y Gela tuvo que agarrarse fuertemente a los cordones para no caer. Ya estaban bajando por la escalera del autobús cuando el cordón se fue desatando suavemente, a causa del peso de la pequeña tortuga. Ésta empezó a dar bandazos, agarrada de forma insegura al cordón y se fue deslizando. Hasta que cayó, disparada hacia un agujero oscuro en la calle.

Cuento: LOS VIAJES DE GELA (I) 
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (III) 
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (IV)
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (V) 

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