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sábado, 8 de septiembre de 2012

Cuento: LOS VIAJES DE GELA (IV)

Gela y Oli salieron del oscuro agujerito a la luz del sol y, por un momento, se quedaron cegados de tanta claridad. Giraron hacia la derecha, calle abajo, con cuidado de no ser vistos por los viandantes, ocultándose, de vez en cuando, entre las ruedas de los coches aparcados. Oli era rápido e iba y venía alrededor de la pobre Gela, a la que le costaba muchísimo seguir su ritmo.
Llevaban una media hora de camino cuando algo negro y peludo se abalanzó sobre ellos. Oli salió corriendo y se escondió bajo un contenedor de basuras. Gela, que se asustó mucho, metió su cabecita y sus patitas dentro del caparazón y se quedó quietecita, sin moverse y con mucho miedo, intentando no temblar.
La bestia que les había embestido era un Felis silvestris catus , es decir, un gato común. Era de color negro, con unos brillantes ojos y largos bigotes. El animal era muy grande al lado del ratoncito y la tortuguita. Éste, al ver el caparazón de Gela, pensó que era un objeto inanimado y, rápidamente, perdió su interés por él. Sin embargo, el pobre Oli no corrió esa suerte. El felino intentó pasar bajo el contenedor, pero el hueco era de apenas un par de centímetros y sólo pudo pasar sus patas delanteras, con las cuales intentaba alcanzar al ratón.
Gela, que pensó que el gato se había ido, asomó tímidamente la cabecita y buscó a Oli con la mirada. Al verlo, temió por la vida de su amigo, ante el peligro que este corría. Quería ayudarle, pero no veía una salida. El gato estaba tendido en el suelo, mirando bajo el contenedor y extendía sus garras para atrapar a su presa. Así, que la tortuguita tenía que actuar pronto, o se comerían a su amigo. Lo más deprisa que pudo, se acercó al gato por detrás, el cual sólo atendía al ratón, y encaramó a su cola. Se sujetó a ella del pelo lo más fuertemente que pudo. Entonces, el gato, que notó un dolor intenso en la cola por las pequeñas pero fuertes patitas de Gela, se asustó. Dejó al ratón y éste aprovechó su oportunidad para salir corriendo y meterse en una grieta que había en una puerta de una vieja casa. Mientras, el gato no paraba de saltar, asustado y daba bandazos. En uno de ellos, Gela salió despedida y cayó entre los barrotes del balcón que había en el primer piso de la casa por la que se había adentrado Oli.

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