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sábado, 25 de agosto de 2012

Cuento: LOS VIAJES DE GELA (III)

No veía nada. Gela tardó un rato en acostumbrarse a la oscuridad y poder inspeccionar el lugar al que había caído desde el autobús. Era un agujero oscuro y húmedo. Parecía como si estuviera dentro de un tubo de plástico. A su lado notó algo moverse. Se giró pero aquel ser fue más rápido y se escondió en las sombras.
¿Hola? –susurró Gela con temor a lo que le pudiera responder.
Hola. ¿Qué eres? ¿Qué haces en mi tubería? –habló una vocecilla chillona.
Soy un Gela, una Mauremys leprosa. He caído aquí desde un autobús. ¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú?

Salió de una rendija oscura un Mus musculus, también llamado ratón casero. Era más o menos del mismo tamaño que Gela, con un pelaje gris oscuro y una larga cola.
Soy Oli. Me llaman así porque siempre lo estoy oliendo todo. ¿Qué es una Maumy deprosa?
Es Mauremys leprosa. Soy una tortuga. Me he escapado de una tienda de mascotas en la que me iban a vender y ahora estoy buscando donde pueden haber más como yo. He caído aquí desde un autobús.
¡Guau! ¿Viajas en autobús? Yo una vez subí a un camión de la basura. Fue divertido hasta que me echaron montones de comida encima. Casi me ahogo. Desde entonces estoy aquí y prefiero ir corriendo con mis patitas a montarme en esos monstruos sobre ruedas. ¿Y dónde dices que vas?
Pues no lo sé. Iba a un sitio llamado Plaza de Aguadores Supongo que si hay una fuente o una charca de agua o algo similar podría haber más tortugas como yo.
Mmmm... Yo veo a humanos pequeños mojados y hablando de que nadan. Vienen de esa dirección –señaló el ratoncito por el agujero hacia la derecha de la calle– . Quizá sea por allí. Iré contigo y te ayudaré. Así podré correr aventuras como ellos –y señaló un trozo de cuento pintado y rayado, en el que se veían dos ratones vestidos con ropa, uno muy elegante y otro con un sombrero de paja. En el título del libro, bajo unos rayajos de bolígrafo, se podría entreleer “El ratón de campo y el ratón de ciudad” – . Subí en el camión esperando recorrer el mundo y vivir aventuras como ellos. Pero de momento sólo veo esta tubería en la que estoy y aquel almacén en el que me cuelo para coger algo de comida.
¡Genial! –gritó Gela, dando un pequeño saltito, tan pequeño como le permitían sus pequeñas y regordetas patitas.– Ahora que tengo un compañero de aventuras esto va a ser estupendo.
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (I) 
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (II) 
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (IV) 
Cuento: LOS VIAJES DE GELA (V)

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